domingo, 19 de octubre de 2008

EL LENGUAJE HACE AL HOMBRE, UN SER FANTÁSTICO Y TODOPODEROSO



Carolina Franco Giraldo
Estudiante de filosofía
Semillero Demiurgia
FUNLAM


Resumen
Este texto presenta un acercamiento al lenguaje que manipulado por el hombre, puede ser creador y dador de vida. Se muestran una serie de definiciones o acepciones acerca del lenguaje y se trata especialmente una de ellas (El lenguaje es todo aquello que nos muestre algo, todo lo que pueda ser interpretado o simplemente entendido); también se describe el papel del lenguaje en el desenvolvimiento del hombre y en los textos escritos como su mayor expresión, tratando de centrarse un poco en la palabra como cima del lenguaje.

Palabras clave:
Lenguaje, creación, recreación, interpretación, comprensión, expresión.



“APRENDIZ DE CAZADOR
Ella es bruja
Vuela en el aire de la alcoba
Como si su capa barriera mi memoria
Yo, aprendiz de cazador
Para atraparla interrogo al fabulista,
Al peregrino de los bosques.
Ella esquiva mis intentos
Vuela en círculos de niebla
Sobre mi cabeza atribulada.
A veces creo que llega hasta mi mesa
Como arisco animal
Que abreva en un estanque,
Y cuando intento descifrar su silabario
Se desvanece en el aire de la alcoba.
Ella evita mis eternas asechanzas
Mis trampas y señuelos.
Así, escurridiza y evasiva es la palabra.”
Juan Manuel Roca

El lenguaje es la capacidad que el hombre tiene para articular sonidos y por medio de estos expresar pensamientos[1]; pero el lenguaje tiene muchas más acepciones, pueden existir lenguajes en los diferentes lugares; grupos sociales, ambientes laborales, hasta existir un lenguaje individual que nos determina; además no es poco frecuente escuchar que hay un lenguaje animal o de los animales. Según Aristóteles el lenguaje es la forma de enseñar o comunicar no por naturaleza, sino por convención, el hombre es el único ser poseedor de lógos, lo demás tiene lenguaje porque nosotros lo entendemos. Prefiero quedarme con la definición macro, que nos da Espinosa, del lenguaje como cualquier tipo o conjunto de señales que den a entender cualquier cosa.[2] El lenguaje es entonces todo aquello que nos muestre algo, todo lo que pueda ser interpretado o simplemente entendido.

El hombre se muestra con las palabras. El problema está entonces en quién es el apto para interpretar o entender el lenguaje, el hombre puede además de expresar lo que quiere, entender lo que se le da; esta comunicación la tiene el hombre con el mundo exterior y todo lo que esta en él, es decir, el hombre puede interpretar hasta lo que no busca ser interpretado, por ejemplo, la aurora o el crepúsculo, el lenguaje medianamente desarrollado que tiene el hombre, permite también entender o interpretar algo que quien lo muestra no lo está analizando ni reflexionando sobre la forma de decirlo o de que lo entiendan; por ejemplo cuando un bebé o un animal expresa su malestar frente a alguna situación, el hombre debe saber qué pasa y hacer algo.

Alguna vez se pensó en la idea de el hombre como un ser fantástico, un ser extraordinario en el mundo, es decir, con un sin fin de increíbles capacidades; ahora centrando la atención en este asunto del lenguaje, se ha podido dar cuenta de que con lo anterior no se estaba tan lejos de la realidad. El leguaje le permite al hombre ser un ser todopoderoso y creador de de cosas inexistentes e imposibles, es decir, cuando un escritor decide pintar una obra con las palabras, lo que esa obra de arte muestra se hace presente; es entonces cuando el artista logra crear personas, animales, lugares, objetos; además de esto ponerles características, cualidades, sentimientos, emociones, olores, sabores, etc. El hombre puede hacer esto no sólo porque tiene razón, sino y lo más importante porque tiene lenguaje y esto lo hace creador de nuevos mundos y recreador de realidades, es decir un ser magnífico.

¡Y quien más creador que el poeta!, que hace de su materia prima, la palabra, una obra de arte que puede permanecer en el tiempo y convertirse en universal y clásica, porque “No hay ningún objeto poético, sólo hay una representación poética de los objetos”[3], las cosas como tales no nos suscitan nada, las palabras simplemente no tienen porque ser arte, lo que las hace bellas es la forma en que son manipuladas y moldeadas. Lo que hay que dejar claro entonces en que las palabras no son estáticas ni unívocas, las palabras pueden ser movidas, organizadas y reunidas a nuestros antojo, esto las hace mágicas, las palabras nos pertenecen si sabemos capturarlas y adoptarlas, pero de igual forma pueden traicionarnos, por esto la gran dificultad está en su buena utilización, es decir en que cumplan el objetivo deseado.

Aquí entra entonces otro tema denso en cuanto a la palabra: cada quien adopta y utiliza las que mejor le parezcan y le beneficien, pero también cada quien al utilizarlas tiene una intención determinada, para esto existen, para cumplir nuestras intensiones y transmitir lo que queremos, todo lo que expresamos, o sea las palabras que decimos, buscan ser entendidas por alguien de una forma determinada, lo correcto sería cumplir este objetivo, ser interpretadas de la forma que esperamos; pero, es necesario para esto, no sólo tener claridad sobre lo que se quiere decir, sobre las palabras que se deben utilizar, sobre la persona que lo va a escuchar, sino y lo más importante, lograr entenderse e interpretarse uno mismo, antes de transmitir lo que se quiere.

Pero la hermenéutica no se queda en este simple hecho, la magia no sólo está en interpretar lo que el autor quiere decir, sino y más bien, en encontrar las muchas otras posibles interpretaciones que tiene un texto, esto es lo que lo hace rico; que un texto dé pie para más interpretaciones y más preguntas en diferentes espacios y tiempos, es lo que hace que permanezca y se haga universal.

Muchas veces se ha mencionado ya que el hombre es un ser que necesita estar en relación con los demás porque esta es su forma y su única posibilidad de existencia, pero es necesario aclarar que estas relaciones están atravesadas por el lenguaje, es decir, el hombre necesita el lenguaje para expresarse, comunicarse y relacionarse, o sea, existir, por esto se vio en la necesidad de articular los sonidos y hacerlos comunes, llegando a un acuerdo y luego formando las abstracciones o representaciones necesarias y adecuadas de cada cosa conocida; es posible que antes de existir el hombre existieran algunos otros seres en el universo, que también necesitaban relacionarse y de esta manera tener una especie de lenguaje, pero el hombre por su capacidad de razonar, logró articularlo y hacerlo cada vez más completo, desarrollado y útil.

Después de esto hemos logrado valiéndonos del lenguaje, conocer el entorno, relacionarnos con el otro, con lo otro por el nombrar y con nosotros mismos, lo cual es la vía para la exteriorización, no se puede logar la expresión bien formulada de algo si antes no se ha tenido un dialogo interno acerca de tal cuestión, estos pasos o requisitos por decirlo así, deben estar presentes aunque no sea algo siempre consciente.

¿Qué sería del hombre sin el lenguaje? El lenguaje es realmente necesario; en el mundo todas las situaciones están atravesadas por el lenguaje[4], sin lenguaje no habría arte, música, literatura, poesía, teatro, ciencia, amor y lo más importante, no habría historia, no se podría tener memoria sin un lenguaje que la haga presente, esto y muchas otras cosas serían imposibles sin el lenguaje, por esto no es exagerado decir que el lenguaje es lo que en última instancia hace que el hombre sea lo que es.

Hablemos ahora de la palabra plasmada en el texto escrito únicamente; como lo dije en lo anterior, es necesario que el escritor sea claro, se oiga y se entienda él mismo; debe tener definido qué quiere con su texto y hacer que las palabras que utiliza sean algo común a quienes quiere dirigirlo, tratar de establecer en el texto la guía que el lector necesita a la hora de leerlo, buscar la forma de llegar y de ser leído fácil y tranquilamente por los que se interesen.

El lector debe entonces saber leer, tratar de encontrar las herramientas que da el escritor y tratar de oír su intención, tratar de encontrar lo que quiso decir, o por lo menos tratar de interpretar y entender de la mejor manera posible el texto. El lector debe tener por supuesto, unos elementos ya predispuestos a la hora de enfrentarse a cualquier texto, debe conocer las palabras y su significado, uno sólo puede leer lo que ya conoce, las palabras son las mismas, lo que hace el autor es una organización y acomodación de ellas para hacer que digan lo que él quiere. El lector debe traducir a sus experiencias y preconcepciones, lo que le está diciendo el escritor esto es interpretar, hacer propio lo que está en el texto, encontrar un sentido que le sea útil y accesible, aunque no sea el que el autor quería mostrar.

El texto en todo caso debe ser claro, debe mostrar lo que se quiere y no contradecirse en sí mismo, un texto es verdadero cuando es comprensible y transparente. La verdad ahora no está en lo que se está diciendo, sino en la forma que se está utilizando para decirlo, puede que la tesis a tratar no sea cierta, no sea la verdad, pero lo importante es que el autor por medio de la argumentación haga que el texto convenza al lector de que es cierto lo que le está mostrando y además que le quede claro, que el lector lo pueda interpretar y comprender. Esto es lo verdadero de un texto.

El lenguaje nos permite argumentar y hacer cierto lo que no lo es, es decir, por medio de las palabras y con la información necesaria se puede convencer de algo incierto, pero Gádamer da el consejo de ser razonables y no argumentar locas ideas.

El lenguaje no está compuesto por enunciados simplemente, la forma más rica y enriquecedora del lenguaje, es la que se presenta en preguntas y respuestas, en el diálogo, esta forma del lenguaje es la que pone en juego todas nuestras capacidades, tanto de razonamiento, como de argumentación, de interpretación, de comprensión, etc. El diálogo es el encuentro no sólo con el otro, sino consigo mismo, porque en su transcurso, se puede ir aclarando todo lo que se tenga pendiente y poniéndose en concordancia con los propios pensamientos. Así era como Sócrates interpelaba a sus discípulos y les creaba una inquietud por sí mismos. El diálogo es la expresión por excelencia del lenguaje porque es donde se encuentran dos caminos diferentes para buscar juntos una salida al problema y así un lenguaje o lugar común.

La palabra es poderosa, o mejor nos da el poder al poseerla, pero la palabra misma no es el concepto, sólo lo expresa, sólo cuando llega a nuestra mente nos revela el concepto, pero el concepto es abstracción es imagen; aunque no sea la cosa en sí, es la imagen de ella y la hace presente en nuestra mente, por esto decimos que la palabra puede crear, porque puede formar una idea o una imagen en nuestra mente de algo que no conocemos como tal, pero después de que se forma esta imagen en nosotros, la cosa que nombra el concepto, comienza a existir para nosotros, es creada por medio del lenguaje.

La palabra puede hacernos ver cosas que nunca existirán, porque ella utiliza la metáfora -vaya herramienta- así podremos conocer hasta “un racimo de piedras marchitas” o “una llovizna de minúsculas flores amarillas”, además el lenguaje en la palabra como literatura, nos hace vivir y sentir, nos proyecta y nos deja encontrar lo hermoso del mundo, las letras nos invitan a amar, pero muchas veces nos pueden destruir, el poder del lenguaje no está sólo en ser creador de cosas hermosas y felices, el lenguaje es el mayor creador de monstruos y fantasmas; por medio del lenguaje podemos acabarnos y con nosotros acabar también el mundo.

El lenguaje es un arma pero como todas las demás nos sirve tanto para defendernos como para atacar. El hombre con esa peligrosa capacidad de pensar se encuentra también en un gran riesgo al poseer el lenguaje, hay que tratar como en todo de equilibrar las creaciones del lenguaje, de hacer que se logre nuevamente la lucha de opuestos en las creaciones lingüísticas, para lograr una armonía entre monstruos y princesas y una existencia tranquila en términos de lenguaje, porque por más terribles que sean las creaciones de las palabras, siempre hay que leerlas con delicadeza; parafraseando a Roca, acariciando las palabras, como si leyera un ciego.

En conclusión, el lenguaje nos hace creadores de lo que deseemos, pero es necesario saber crear, hacer que las palabras en lugar de destruirnos, nos engrandezcan y nos hagan inmortales, saber abarcar la palabra y ponerla a favor nuestro, así y sólo así, lograremos conocernos, conocer el mundo y crear mundos por medio de ella.


BIBLIOGRAFÍA

- RICOEUR, Paul. “Teoría de la Interpretación” Discurso y excedente de sentido. Siglo XXI editores. Buenos Aires. 2003. 112 p.

- GADAMER, Hans-Georg. “Arte y Verdad de la Palabra”. Paidós. Barcelona. 1998. 157 p.

- ESPINOSA, Germán. “La aventura del lenguaje”. Planeta. Santafé de Bogotá, D.C. 1992. 382 p.

- CHOMSKY, Noam. “El conocimiento del lenguaje”. Altaza. Barcelona. 1994. 325 p.

- PERELMAN, Chaim. “Tratado de la Argumentación: la nueva retórica”. Gredos. Madrid. 1989. 855 p.

[1] Véase Espinosa (1992).
[2]Ibíd., p. 18
[3]Hans-Georg Gadamer. (1998). “Arte y Verdad de la Palabra”. Paidós. Barcelona. Pag. 37
[4] Refiriéndome a la definición de lenguaje que preferí al inicio.

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